Este texto es la transcripción de la conferencia del mismo título pronunciada por el autor en el IV Congreso de Conocimiento Abierto Bioinspirado e Inteligencia Colectiva, organizado por la Knowdle Foundation y por su presidente, Felipe García, y celebrado el 12 de noviembre de 2015 en el Centro de Innovación BBVA situado en la plaza de Santa Bárbara de Madrid. Se han modificado y aclarado algunas expresiones para facilitar la lectura, intentando no echar a perder el carácter coloquial del encuentro. En algunos casos, hemos añadido párrafos enteros, que han sido señalados como interpolaciones en las notas al pie.
La conferencia se estructura en dos partes claramente diferenciadas, pero conectadas entre sí. En la primera parte se desarrolla el tema propuesto por su título; en la segunda, se realiza una presentación somera del libro «Estrategias Imperiales. El abuso de las matemáticas en el psicoanálisis lacaniano», previamente distribuído por la organización del Congreso entre los asistentes.
Presentar un libro «de psicoanálisis» en un congreso técnico no es lo más habitual, aunque, por su naturaleza, Estrategias Imperiales quizá termine, por desgracia, teniendo mejor recepción en esos ambientes que en los llamados «puramente psicoanalíticos». En cualquier caso, me alegra que haya sido así, prefiero que la primera presentación pública del libro haya sido en ese contexto. Y por eso quiero agradecer a Felipe García y a la Knowdle Foundation que hayan propiciado ese mix tan poco habitual, y permitido el ejercicio de una plena libertad de discurso.
Sandra Gali:[1] Continuamos con una charla que presumo será divertida (ahora que somos mayoría prometo no hablar en catalán),[2] os presento a Josep Maria Blasco —a Felipe ya lo conocéis—, todos tenemos su libro, su segundo libro, sobre el que ahora nos van a hablar.
Felipe García: En realidad, Josep Maria «ha venido a hablar de su libro» (¿os acordáis de Umbral, no?). Josep Maria, a quien voy a introducir muy rápidamente, porque vamos muy mal de tiempo, es todo un «crack». Iba a decir que si yo soy un dinosaurio en el mundo de la Internet, él es antediluviano, más todavía, porque él estaba antes de que estuviera Internet. Si ahora, muy rápidamente, Josep Maria, les cuentas un poco tu vieja trayectoria, que somos «old runners» ...
Josep Maria Blasco: Bueno, sí.[3] Comencé con un antecesor de Internet, la red EARN, que era una novedad absoluta en la Universidad de Barcelona (UB), donde yo trabajaba, y en toda España. Nadie sabía para qué servía todo eso. Fíjate, por ejemplo, que tuve que proponer yo que los usuarios tuviesen un área privada donde guardar sus correos: hasta entonces se suponía que los tenían que guardar a la vista de todo el departamento. O los usuarios de Gestión, según su jefe, «no necesitaban correo electrónico», porque «tenían mucho trabajo». Me ocupé oficiosamente de la red EARN en Barcelona, consiguiendo que Barcelona fuese el nodo más importante del sur de Europa en términos de servicios ofrecidos y densidad de tráfico, y después estuve un par de años como coordinador nacional de la red EARN en Alemania. Había hecho otras cosas, como el primer compilador de Pascal de la Universidad de Barcelona, o un desarrollo propio, el lenguaje UBL, que se usó como herramienta oficial para la enseñanza de la programación en la UB durante varios años, pero sería demasiado largo entrar en más detalles, no tenemos tiempo. Sólo añadir que en 1996 fundo, y codirijo desde 2000 con el Dr. Juan Carlos De Brasi, el Espacio Psicoanalítico de Barcelona (EPBCN), una institución dedicada a la investigación teórico-práctica en el campo del psicoanálisis y a la clínica psicoanalítica.
Felipe García: Perfecto. Josep Maria, además, va a hacer también un poquito de abogado del diablo, y va a dar caña a lo de la inteligencia colectiva, desde un punto de vista friki, porque es friki, muy friki, tremendamente friki. Aunque ahora ejerce de psicoanalista, es matemático, informático, y sigue programando, me confesaba esta mañana en el desayuno. Y, bueno, sin más dilación, le paso la palabra. Tú muévete, tranquilamente. Es todo un «showman», o sea que vamos a divertirnos, y vamos a agradecer su enorme sabiduría.
Josep Maria Blasco: Muchísimas gracias. ¿Hay alguna posibilidad de que pueda hablar sin el micrófono?
Sandra Gali: No, porque estamos en streaming
Josep María Blasco: Vale. Es un poco incómodo, me siento, como alguien ha dicho antes, como un cantautor, me da la sensación de tener que cantar algo.
No lo tenía previsto, pero ahora que habéis estado hablando de los wearables, y de la recolección de datos, estaba pensando —esto se lo ha ganado Felipe, por llamarme friki— que ha aparecido un cacharro, no sé si lo han visto en las noticias, que se llama Lovely: es un wearable que se pone en la base del pene. Está conectado al iPhone; ya pueden imaginar lo que viene después: velocidad, aceleración, número de pasos, distancia... Me figuro que en breve, en las discotecas, se van a dar conversaciones de este estilo: «sí, muy guapo, pero, ¿cuántas gravedades? Yo, por menos de dieciocho no me voy a la cama contigo».
Como soy psicoanalista, supongo que, en cierto modo, ya esperaban que viniese a hablar de las patologías que puede llegar a generar este mundo que se nos abre. Mi libro es sobre eso: sobre las patologías de los psicoanalistas. Pero antes quiero hablar un poquito sobre la trampa en la que me ha metido Felipe: me propuso «vente a un congreso de Conocimiento Abierto Bioinspirado e Inteligencia Colectiva, presentas tu libro y pronuncias una conferencia», y yo me dije «¿qué narices es esto?», porque hace mucho tiempo que no trabajo, profesionalmente, de informático.
Felipe García: Pero aún programas, como me has contado esta mañana.
Josep Maria Blasco: Desde luego,[4] para mi proyecto vital, que es también una empresa, el Espacio Psicoanalítico de Barcelona. Hago cosas chulas, por ejemplo, antes hablábamos de los algoritmos de Pagerank de Google, y yo precisamente implementé, hace más de diez años, y aún funciona, recientemente lo he reescrito y he pasado la interfaz a Bootstrap, un algoritmo de ese estilo para nuestro programa de Biblioteca, que funciona mucho mejor que el de algunas universidades grandes. Pero, aunque me sigue encantando programar, ya no me gano la vida con eso.
Entonces, estuve pensando en qué podía decir que hiciese de alguna manera de puente entre mi actividad actual y el tema del Congreso. Pensé: «tienes que hablar de los grupos». Ahora se escucha con frecuencia la idea de que la tecnología nos va a salvar. Yo no soy especialmente tecnooptimista, llevo mucho tiempo en el asunto y he visto a mucha gente con grandes sarampiones tecnofílicos, y después todo eso se deshincha como un globo. No sé si es lo más adecuado que se lo diga a ustedes, que a lo mejor tienen comprometidas grandes sumas de dinero en alguna de estas cosas, pero es lo que pienso.
Lo que sí que es verdad es que con la Internet se pueden hacer cosas maravillosas. Una de las relaciones más gratificantes que he tenido en mi vida ha sido con una persona que no conocí hasta al cabo de bastante tiempo después de empezar a intercambiar e-mails con él, fue uno de mis maestros y, cuando lo conocí, por su forma física era un chaval de unos dieciocho años, cuando yo empecé a relacionarme con él debía tener 17. Yo no me había dado cuenta y, gracias a que no lo había visto, no había podido tener el prejuicio de que era demasiado joven para ayudarme. O sea que hay cosas realmente potentes, dentro de la Internet.
Otra cosa es que, en el momento en que se democratiza, no sé si sirve para mucho, en el sentido de que la mayor parte de la gente lo utiliza para expresar puras chorradas. Que después podamos coleccionar estas chorradas y filtrarlas y saber cuál es el producto que les tenemos que vender a sus autores, es algo indudable, pero muy interesante no es, ni mejora a la Humanidad, ni genera ningún conocimiento. O, para decirlo mejor, genera un conocimiento más bien deprimente: que el ser humano es bastante borrego, estúpido, y que todo el mundo hace lo mismo.
Bueno, ahora, el asunto es: la inteligencia colectiva, ¿es algo que nace con la Internet, o existe desde antes? Piensen un poco, vamos para atrás, ¿cómo nos hemos metido en esta trampa? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo es que nos tenemos que levantar por la mañana, aunque nos reviente?
Hoy, por ejemplo, me equivoqué, pensé que los bares de Madrid abrían a las ocho, en esta zona, por lo menos, y resulta que no, abren tardísimo. Me encontré en medio de la calle a las siete y media, con todo cerrado. Estaba lleno de trabajadores que iban a su trabajo. ¡Unas caras! Estaban tan deprimidos, ponían una mala cara tan horrorosa... La gente va a trabajar poniendo cara de «¡que me peguen un tiro, por favor!». ¿Cómo hemos llegado a esta situación, si hace tan solo unos miles de años éramos unos monos que estábamos colgados de los árboles?
Por la revolución agrícola. Sucedió hace unos diez mil años.\footnote{Esto está muy bien explicado en un libro fascinante de Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la Humanidad, Debate, 2014, ISBN 978-8499924212) Desde esos diez mil años hasta ahora no hemos tenido tiempo de adaptarnos a la situación en la que estamos. Antes de la revolución agrícola éramos cazadores-recolectores, esto se sabe, el género Sapiens existe desde hace, como mínimo, setenta mil años, y durante sesenta mil años hemos corrido por las sabanas, por los prados, por los bosques, nos hemos subido a los árboles, hemos huido de los pumas y de los rinocerontes y de los mamuts y de los leones, hemos cazado ciervos... Para lo que estamos preparados es para eso.
Muy bien. Ahora, ¿se pueden imaginar un grupo de diez, doce personas, que están huyendo de un león, y que cuando están huyendo cada uno se pone a pensar «a este le tengo manía, a ver si lo pilla el león», o «no, tengo que ganar yo, a ver si después fulanita se quiere acostar conmigo»? ¿Ustedes pueden imaginarse eso? No: cuando están huyendo de un león, las quince personas actúan al unísono, no hay lugar para la competencia, para el individuo, ni cosas por el estilo.
En cambio, ahora estamos en una situación en la cual pensamos que somos todos individuos. Es lo que nos hace creer el sistema en el que vivimos. Somos individuos: por tanto, yo soy un individuo, tengo que competir, en sana libertad, con usted, que también es un individuo, y competir en sana libertad con el otro que es un individuo quiere decir que yo tengo que intentar sacarle provecho al otro antes de que el otro me lo saque a mí, y a eso se le llama «relación de confianza».
Sí, la situación actual es esta: se llama «relación de confianza» a la idea de que yo te tengo que engañar a ti antes de que tú me engañes a mí, y el que gana es el winner, es el successful, es el que lo ha conseguido.
Entonces, encima de esto se pone una capa metafísica, por ejemplo de «confianza», o de «transparencia». Ahora está de moda la transparencia en las empresas. Vamos a ver: ¿cómo va a haber transparencia empresarial, si la transparencia es contraria a la forma actual de la relación productiva? Si tengo un trabajador, yo que soy empresario, por ejemplo, no le puedo dar toda la información, transparentemente, sobre la empresa, porque el trabajador se va a dar cuenta de que le pago dos mil euros, si tiene suerte, y me genera ventiséis mil. Tengo unos costes de diez mil, dieciséis de beneficio, y a él le doy dos. Si se da cuenta de esto, el trabajador, que encima está sindicalizado, porque todo el mundo tiene esta mentalidad, va a decir «¡caray!, dieciséis mil euros de beneficio, ¡dame cuatro a mí, en vez de dos!». Por tanto, a mí no me interesa que él tenga transparencia.
Esto de la transparencia es un cuento chino que se hace de cara a la galería, se hace un portal de transparencia: que además en general no funciona, pero en realidad la transparencia no le interesa a nadie porque si funcionásemos con auténtica transparencia tendríamos que tener una mentalidad completamente nueva, completamente distinta, completamente revolucionaria con respecto a lo que hacemos ahora, en la cual tendríamos que dejar de pensar, por ejemplo, en términos de individuo.
Por eso hablaba antes de los grupos. Me dirán: «bueno, ¿qué estás proponiendo? ¿Cargarte la idea de individuo?». No. Estoy diciendo que —y esto lo vemos nosotros que trabajamos de psicoanalistas y tenemos que vérnoslas con grupos todos los días— lo que se ve es que esta idea de que cada vez que uno habla tiene que ser el mejor, tiene que ser el que gana, el que impresiona, hasta el que se las lleva de calle, o el más inteligente, es una patología del hablar que se puede superar. Es decir, el hecho de que cada uno, cuando está en una reunión, tenga que ser el mejor, o el que dice la cosa más inteligente, se puede ir más allá de esto.
Se puede ir más allá de la idea de individuo, se puede ir más allá de la idea del «yo», si ustedes lo quieren decir en términos más modernos, o incluso más «espirituales»; o, si lo quieren decir en términos psicoanalíticos, del narcisismo.
Vivimos en una sociedad de narcisos, una sociedad de enfermos donde todo el mundo se dedica a hacer body-building para estar, supuestamente, muy guapo y parecerse a los descerebrados de Gran Hermano, estar todos ahí estupendos y fantásticos, tipos buenísimos y tetas de plástico y culos de plástico y grandes musculaturas. Ahora está pasando, nosotros lo sabemos porque analizamos a la gente, que las parejas se van a la cama, y al terminar, él, en vez de besarla o acariciarla o conversar un ratito con ella o fumarse un pitillito, que después de follar sienta muy bien, se levanta y se pone a mirarse en el espejo, centrado en los musculitos que tiene, para la más profunda desorientación de la chica. Vivimos en una sociedad de narcisos, de gente que está todo el día mirándose al espejo.
Esto se puede arreglar, tiene remedio. Cuando se empieza a arreglar aparece una inteligencia colectiva. Esto, ¿qué quiere decir? Quiere decir que, si uno trabaja grupalmente con un conjunto de personas, da mucho trabajo, cuesta mucho tiempo, pero al final se puede conseguir que la inteligencia sea algo que funciona como una chispa que recorre el grupo, entre todas esas personas que están participando, y que no tiene por qué ser más inteligente el que se supone que es el más inteligente.
Los roles, en un grupo, no son fijos. Los roles suelen ser fijos en la familia. En la familia, ya se sabe: «Joaquín es muy divertido, venga, Joaquín, cuenta un chiste», o «la mamá siempre se equivoca, venga, mamá di "Zaragoza", que siempre te sale mal», o «la Pepi, la Pepi es muy... ¡mucho sales, tú! A ver, ¿qué hiciste anoche?». Y ya está todo planificado, todo repetido, siempre lo mismo. Y eso enferma, mata. Porque después pasa que Joaquín era muy divertido, sí, pero en su familia y cuando era adolescente. Ahora tiene sesenta y tres, ha vivido en Afganistán, ha sido bailarín de claqué en Rusia, se ha casado tres veces y ha cambiado de sexo, y le siguen diciendo «tú eras muy divertido, hala, venga, ¡cuenta un chiste!». Siempre tienes que ser igual que cuando tenías catorce años. Y eso enferma, mata. Nosotros trabajamos de eso, de curar a la gente de esa manía de ser siempre iguales.
Muy bien: cuando una persona renuncia, cosa que se puede conseguir, a ser siempre igual a lo que le han dicho en la familia, a ser siempre igual a lo que se supone que tiene que ser, a ser el más inteligente, también a ser el más tonto, y todas estas cosas, entonces, a veces aparece una inteligencia colectiva, y esa inteligencia colectiva no es de nadie.
Es algo que les quería decir, también. Vivimos en un mundo tan dominado por la economía, que nos parece que todo es de uno o del otro. Por ejemplo: esto es muy fácil de entender, si yo tengo un pedazo de pan, y solo puedo comer yo, de ese pedazo de pan, y hay otra persona, o el otro me lo roba y yo me muero de hambre, o yo me lo como y el otro se muere de hambre. También podemos compartir, pero entonces estamos los dos malnutridos. Ahora: esto pasa con el pan, pasa con el agua, pasa con el arroz; pero hay cosas, que son las más importantes, las más importantes para el ser humano, que no son partitivas, no son divisivas, no son cosas que se parten por la mitad y que o se lo queda uno o se lo queda el otro. Por ejemplo: si yo soy inteligente en una conversación con alguien, el otro se puede volver más inteligente sin que yo pierda mi inteligencia. No es que la inteligencia que él adquiere en una conversación conmigo, o la inteligencia que yo adquiero en una conversación con él, me reste a mí inteligencia o le reste inteligencia al otro. La inteligencia es multiplicativa. Si yo soy inteligente, vuelvo más inteligente al otro. Si el otro es inteligente, me vuelve más inteligente a mí, sin perder él inteligencia.
Con el amor pasa lo mismo: si yo quiero a alguien, el otro recibe amor, y yo no me quedo sin el amor que doy, sino que el otro recibe mi amor, y yo tengo más amor, porque lo amo al otro.
¿Se dan cuenta de esto? En general no se reflexiona sobre ello, pero es muy importante, porque las cosas que nos hacen felices, fundamentalmente, son el amor, la inteligencia, las conversaciones, la compañía. No el pan. El pan se da por sentado, si uno no tiene pan está muy jodido, aunque pasa, en este país, con el $25\%$ de paro, tampoco es para olvidarlo.
Es decir, están las cosas que son divisivas, que son las cosas que pasan por la propiedad normal, y las cosas que son multiplicativas, y las cosas que son multiplicativas funcionan con unas leyes distintas que las cosas que son divisivas, y eso no se estudia porque no es monetizable. Y cuando lo quieren hacer monetizable, ¿qué hacen?: una caricatura bastarda, por eso me refería al principio al aplique este que se conecta con el iPhone, el Lovely. ¿Qué tendrá que ver el amor con las gravedades? ¿Qué tendrá que ver el amor con el empuje? Y, aparte, se imaginan, con la discreción que hay por ahí, el tráfico de datos y todo esto, te cruzas con cualquiera y te dice «¡hola, picha corta!» y ya no puedes saber de dónde lo ha sacado. Puede ser espantoso.
Felipe García: Oye, ayer, en la cena friki que tuvimos —por hacerlo un poco más interactivo— dijiste una frase muy bonita, que no estoy muy de acuerdo, pero la apuntamos, era que la inteligencia estaba en las conversaciones.
Josep Maria Blasco: Exactamente.
Sandra Gali: No. Dijo que la inteligencia no es de las personas, es de las conversaciones.
Josep Maria Blasco: Sí, en general se piensa la inteligencia como el cociente de inteligencia (es un cociente, no un coeficiente, como piensa mucha gente), como el resultado de un test. Como esto es una estupidez monumental, porque hay un montón de gente con un cociente de inteligencia altísimo que son un perfecto desastre, unos tarados sociales absolutos y completamente infelices; y, a la inversa, muchísima gente con un cociente de inteligencia justito y pobre que son superfelices y muy queridos, se tuvieron que inventar lo de la inteligencia emocional, pero eso tampoco termina de funcionar bien. Entonces, se piensa que la inteligencia es un atributo de las personas, y eso es falso. Es obvio que hay gente más inteligente que otra, y que hay gente que es tonta, o muy tonta, con los que no hay nada que hacer. Eso es así. Pero, cuidado, porque una persona es inteligente según la interlocución que tiene, según con quién está. Hay gente que te posibilita ser más inteligente, y gente que no te posibilita ser tan inteligente, por tanto, la inteligencia es algo que se produce en una conversación, hay que pensarlo así.
Felipe García: Pero también, dices «inteligencia» como si hubiera una. Porque tenemos múltiples inteligencias, yo por ejemplo no sé poner un clavo en la pared, con lo cual mi inteligencia en cuanto a habilidad para bricolaje, o bricomanía, no tengo ninguna. Ahí cada uno, no sé cuántas hay.
Josep Maria Blasco: Claro, claro, hay muchas, sí.
Ricardo Rodríguez Ariño:[5] En este caso que tú has dicho, eres tanto o más inteligente porque no sabes poner un clavo, pero eres capaz de localizar a alguien que lo va a hacer por ti a un menor coste, por lo tanto eso también es inteligente, digo yo.
Felipe García: Eso está muy bien, porque yo, que cocino bien, invito a mis amigos «manitas», y yo hago la comida y ellos me ponen los cuadros.
Josep Maria Blasco: Claro, sí. Son cosas para hablarlas con detenimiento, obviamente lo que he expuesto es un resumen muy apretado que habría que desarrollar con detalle. Es imposible, en realidad, desplegar de una forma condensada conceptos que son muy fuertes, muy complejos.
Felipe García: Por concretar un poco el tema de las matemáticas, y ya darte pie a que hables de tu libro: en Knowdle es importantísima toda la algorítmica y todo lo que hemos trabajado en inteligencia colectiva desde el punto de vista matemático. Esta es una de las múltiples inteligencias, y además, entendemos que nuestro algoritmo de inteligencia colectiva no va a ser el único que haya, habrán muchos otros. El nuestro hace unas cosas, y ya está, pero hay otros muchos. Entonces, el rol que en esta nueva sociedad y que desde que tú empezaste, antes de Internet, y tu visión de la cosa, como matemático, hasta la psicología, porque yo creo que la psicología cognitiva también tiene que ver mucho en lo que hacemos, ¿cuál es tu visión del rol de las matemáticas, un poco, desmitificándoles, y poniéndolas en valor a la vez, esta dicotomía?
Josep Maria Blasco: Cuando era un adolescente, le dije a mi padre que quería ser matemático, y mi padre me dijo «bueno, terminarás de profesor de instituto,[6] ¿por qué no estudias para ingeniero de Caminos, que también se ven muchas mates?» (y después, no lo decía, pero se sobreentendía: «te ganarás mejor la vida»). Y yo estudié Matemáticas, porque era lo que me gustaba. Es la diferencia entre usar las matemáticas y gozar de ellas: no es lo mismo.
Las matemáticas sirven, y sirven mucho, el problema está en que las enseñan gente que no sabe, porque en este país ser maestro está mal visto y mal pagado, es decir, la gente que no sirve para nada —si hay alguno aquí me sabrá disculpar— son los que terminan estudiando Magisterio. En general son la gente que, como no sirve para nada, tienen problemas muy serios con las matemáticas, con lo cual, cuando tienen que darlas a sus alumnos lo hacen con auténtica repugnancia y sin ningún talento, y eso se transmite de generación en generación. Las matemáticas ayudan a pensar, en particular la lógica es imprescindible. Es imprescindible porque si no no se puede escribir, no se puede pensar, no se puede leer, y no se puede ejercer la función crítica ante los discursos que intentan manipularnos, que cada vez son más.
Por tanto, yo creo que de la lógica al pensamiento, del pensamiento al psicoanálisis, hay pasos muy claros. Es decir, viene la gente atorada por tonterías que les han dicho, que no se pueden quitar de la cabeza, y la lógica forma parte de lo que hay que saber para poder escuchar lo que dicen y para poder conversar con ellos.
José Gregorio Morillas:[7] ¿Me permites un matiz sobre lo que has dicho de las conversaciones?
Josep Maria Blasco: Claro, por supuesto.
José Gregorio Morillas: Primero, estar de acuerdo completamente, porque durante decenas de miles de años el hombre ha aprendido en la conversación, y en la conversación alrededor del fuego.
Josep Maria Blasco: Exactamente.
José Gregorio Morillas: Por cierto, y éramos muy felices. Y desarrollamos diferentes revoluciones sociales y científico-técnicas. La prueba, por ejemplo, del arte parietal, y de nuestras preciosas cuevas de Altamira, no es, ni más ni menos, que uno de los tantos ejemplos, en nuestra península, sobre qué ocurrió en ese momento, que le llamamos prehistoria, pero que en realidad, es la gran historia del hombre. En realidad, ahora mismo estamos, somos, un trocito muy pequeño de la historia de la humanidad, incluso contando el propio Homo Sapiens.
Bien; dicho lo cual, hay un matiz, y es: claro, tú hablas de una conversación donde están sembrados ciertos elementos de una, vamos a llamarlo así, «buena conversación«. El problema es cuando a los partícipes de esa conversación se les ha negado parte del conocimiento, y por tanto esa conversación no puede dar de sí tanto como a lo mejor la conversación que tú puedes tener con Felipe.
Es decir, yo quería hacer un experimento además, un poco friki, con unas cámaras, para grabar —bueno, en realidad lo está haciendo Gran Hermano, en Gran Hermano hay conversación, nos estamos metiendo mucho con Gran Hermano, que no se enfade el señor Asensi—. Pero lo estamos haciendo. Claro, ¿qué ocurre? Allí hay conversación, es decir, el elemento infraestructural lo tenemos, el problema es ¿qué código, qué códigos hemos sembrado en esa interacción, para desarrollar qué? Y eso es lo que está fallando, es lo que falla. Claro, fallan las dos cosas: en algunos sitios, no hay conversación. Y en esto, por ejemplo, incluso los grandes medios de comunicación, la tecnología lo que ha hecho no ha sido desarrollar el proceso comunicativo, sino justamente cercenarlo, cortarlo, mediatizarlo, utilizarlo, sobre todo desde unos fines, bueno, a veces...
Josep Maria Blasco: Políticos, electorales...
José Gregorio Morillas: Políticos, electorales, mercantilistas, etc. Bien. Pero el segundo tema es de qué se habla en una charla entre señores o señoras, en un barrio, digamos, de clase baja, por ejemplo, en Barcelona, en Madrid, en un pueblo rural. Y ahí viene el tema: si no hay un elemento exterior —esa es mi tesis—, si no hay un elemento exterior de culturización, que también pasaba en aquellas charlas neolíticas, paleolíticas, si no hay un elemento externo de culturización, el problema es que el grado de la conversación, aun habiendo y dando por hecho que puede darse esa conversación, que ya a veces ni se da, el problema es que está limitada a que sea una conversación de la inteligencia que sería deseable.
Josep Maria Blasco: Claro, claro. Esto es así. De hecho, la mayoría de las conversaciones que se tienen son simulacros. Si tú te vas a un entorno de trabajo, especialmente funcionarial, donde la gente está absolutamente aterrorizada de que si dice una cosita un poquito salida del guión el otro se lo va a decir al jefe en la circunstancia menos apropiada posible, verás que ahí las conversaciones son todas simulacros, la gente habla de las series de televisión y del fútbol, y de nada más. Y como te salgas te dicen «bueno, bueno, no te pongas profundo«, y te cambian de tema. Por tanto, eso no son conversaciones reales. Yo me estaba refiriendo a las conversaciones reales —quizás por deformación profesional— entre gente que se mete diez, quince, años, a intentar conversar en serio y a decir lo que realmente les pasa, a expresarse en serio, y eso es muy difícil, eso no se hace en diez minutos, porque todo el mundo está más interesado en decir lo que creen que está bien decir, lo que creen que va a ser aceptado, o lo que les ha dicho su mamá o su papá que tenían que decir.
Lamento no poder darte una respuesta más detallada a tu intervención, que lo merecería, pero se nos tira encima el tiempo.
Yendo ahora, ya que el tiempo se nos escapa, a Estrategias Imperiales: se trata de un libro que me ha costado muchos años escribir, y que, no se asusten...
Felipe García: Aunque asusta, se lee fácil.
Josep Maria Blasco: No se asusten, no. Aunque pone, en el subtítulo, «El abuso de las matemáticas en el psicoanálisis lacaniano», y dirán «las matemáticas no me gustan, el psicoanálisis no sé lo que es, lacaniano todavía menos», si lo leen con un poco de cariño y de paciencia, yo creo que lo encontrarán fácil.
Es un ejemplo de estupidez colectiva.
Felipe García: (Risas)
Josep Maria Blasco: Es decir, de cómo, si una colectividad se junta y repiten las mismas tonterías, consiguen hacer escuela de cosas que son reales estupideces, patrañas y cosas insostenibles. Tipos muy importantes, que yo cito aquí, han dicho cosas absolutamente insostenibles. Yo sólo les mostraré dos...
Felipe García: Elías está trabajando en modificar el algoritmo de Knowdle no para la inteligencia colectiva, sino para la estupidez colectiva (Risas).
Josep Maria Blasco: (Risas) Aquí, por ejemplo, en la página 32. Esto es una cita de un señor famoso, Jean-Claude Milner, que ha escrito un montón de cosas, un tipo inteligente al que por otra parte leo con gusto. Escribió, en particular, La obra clara; esto ya es un poquito raro, porque con la obra «clara» se refiere nada menos que a la obra de Lacan, y si alguno ha leído a Lacan, se habrá dado cuenta en seguida de que de claro no tiene nada. En fin: como son franceses, hay que impresionar, épater y todo eso. Hay un momento en que Milner, hablando de la obra de Lacan, dice, cito literalmente:
Muy evidentemente, el Teorema de Gödel será citado a menudo al respecto, pero se observará que Lacan no hace de él un uso original. Se limita a vincularle lo que cualquier persona educada lee en él: la demostración rigurosa de que existen proposiciones indecidibles en aritmética.
Lo lamento: yo no les he insultado, pero este señor me temo que sí, aunque quizás no se hayan dado cuenta. ¿Cuántas «personas educadas» hay aquí? Si lo vuelven a leer, se impone una pregunta. ¿O sea que «cualquier persona educada» «lee» en el Teorema de Gödel, según este señor, «la demostración rigurosa de que existen proposiciones indecidibles en aritmética»? Entonces, según este señor, todos los que están aquí, menos dos o tres que me sonríen, son personas mal educadas o poco educadas. Yo no he sido, ha sido el señor Milner. Esto es terrorífico, porque, aun, ustedes, aunque vayan de traje y corbata, algo frikis deben ser, ya que han venido a un congreso como este...
Felipe García: Si son conocidos míos y amigos, nada...
Josep Maria Blasco: Claro. Pero si en un lugar de frikis esto despierta sorpresa, ¿se imaginan con los psicólogos, pobrecitos, que son de letras? A un tipo de letras, le dices «cualquier persona educada se limita a vincular al teorema de Gödel la demostración rigurosa de que existen proposiciones indecidibles en aritmética« —después tienes que poner cara severa y hacer «hum, hum, hum»—, y el otro se siente pequeñito, intelectualmente enano, y termina pidiendo perdón. Lo has amilanado intelectualmente, has fabricado un súbdito intelectual. Esto es terrorismo intelectual, no tiene otro nombre. Está bien explicado en el libro, con todos los detalles, a nivel de doctorado pero asequible, o sea que si a alguno le interesa el tema se puede documentar bien.
Otro ejemplo, que este, ya también... En catalán tenemos una expresión, «es per llogar-hi cadires», que se traduciría como «es para...»
Sandra Gali: «Alquilar sillas»
Josep Maria Blasco: «...alquilar sillas», supongo que es para decir «¡vaya espectáculo!, me alquilo una silla y a mirar».
Sandra Gali: «Siéntate, y mira»
Josep Maria Blasco: «Siéntate, y mira» Escuchen bien. Esto es de un pobre tipo que se llama Dominique Simonney, al que no conozco de nada, y está en un tocho publicado por Paidós, que se supone que es una editorial respetable. Dos volúmenes de resumen de la obra lacaniana, dirigidos por Moustafa Safouan, un psicoanalista muy prestigioso. El primer volumen lo escribe Safouan, y el segundo sólo lo dirige, y hay un señor, que se llama Simonney, que hace un resumen de un seminario de Lacan.
Lacan es conocido por hacer una serie de porquerías insoportables con los símbolos matemáticos haciendo ver que hace psicoanálisis. En particular, habla de una cosa, ahora no nos interesa qué es exactamente, que llama la «función fálica», y que denota con la letra griega $\Phi$ mayúscula. Veamos lo que escribe Simonney, es muy corto:
$\Phi$ representa la función fálica. Un dichoso azar quiso que Frege utilizara esta misma letra para definir su función proposicional.
Claro, uno tiene que saber de qué va para entender algo. ¿Quién es Frege? Bueno, Gottlob Frege es el señor que revolucionó la lógica, a finales del siglo xix y a principios del xx, es el autor de una obra que se llama Begrieffschrift, traducido a veces como «Conceptografía», que es una cosa muy rara, parece arte moderno, tiene un formato gráfico que lo hace muy difícil, y es el primero que intentó formalizar la lógica desde Aristóteles. Formalizarla toda, en serio, no como Boole, que hizo algunas cositas. Por tanto, es uno de los padres de la lógica moderna, y algunos han dicho que es tan grande como Aristóteles. El señor Frege es un señor que escribió a finales del siglo xix y a principios del xx. El señor Lacan empezó a hacer sus seminarios en 1953. Por tanto, ¿verdad?, uno tiene que reparar en estas cosas, ¿cómo puede ser que se pueda decir respecto de $\Phi$, la letra que utiliza Lacan para representar la función fálica, que «un dichoso azar hizo que Frege utilizase esa misma letra»? Frege era de sesenta años antes.
Eso es como si yo dijera que, «por un dichoso azar», mi papá tiene la misma nariz que yo. «¡Qué suerte que tiene mi padre de parecerse a mí!». Esto, que puede parecer banal, no es trivial ni banal.
Intervención: Es manipulación.
Josep Maria Blasco: Es manipulación, es algo muy feo. Le rompe la cabeza a la gente, y además, es sistemático, que es lo que denuncio en el libro: no es un error, una casualidad. Lo están haciendo todo el rato. Claro, esto es como si yo dijese: «Aristóteles decía lo mismo que yo». ¿Cómo va a decir Aristóteles lo mismo que yo? —como mucho, seré yo el que dice lo mismo que Aristóteles—. No es lo mismo. Porque si Aristóteles dice lo mismo que yo, Aristóteles me está subordinado. Este es el pequeño problema, la cosita que se desliza, así como sin darse cuenta. Este señor, Lacan, al que muchos de ustedes no conocen, por suerte para ustedes, casi cabría añadir, resulta que está por encima de Frege, que algunos han equiparado a Aristóteles.
Entonces, resulta que, ahora, el psicoanálisis tiene que ver con la lógica moderna. Mira qué bien. Y esto ha pasado así sin más, casi desapercibido.
Y con lo otro, lo mismo, resulta que cualquier persona educada, no como ustedes, lo único que lee, en el Teorema de Gödel, es «la demostración rigurosa de que existen proposiciones indecidibles en aritmética«, cosa que, además, está mal, como demuestro en el libro.
Bueno, hay muchas cosas más, pero esto es para que tengan, como se dice en catalán, «un tast», una degustación.
Felipe García: Josep Maria, muchísimas gracias por venir, un aplauso de todos.
(Aplausos)