Textos para pensar


Efectos del trauma ancestral silenciado

Pilar del Rey, Eva Rodríguez, Ana Sáncer y Núria Tayó

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Nota del Editor

El presente texto fue distribuido como soporte para la ponencia del mismo título pronunciada por las autoras en las XIV Jornadas Psicoanalíticas del EPBCN, tituladas Aperturas en Psicoanálisis (III).

«Se nos ha dado la elección de liberarnos de la repetición para nacer a nuestra propia historia»,
Ann Ancelin Schützenberger.

«Nos es lícito entonces suponer que ninguna generación es capaz de ocultar a la que le sigue sus procesos anímicos de mayor sustantividad»,
Sigmund Freud.

«Todo lo que amamos se nos puede arrancar, lo que no se nos puede quitar es el poder elegir qué actitud asumir ante estos acontecimientos»,
Víctor Frankl.

1. Introducción

La creencia de que nuestras vidas puedan estar determinadas por la historia psicológica de las generaciones anteriores no es nueva.

En los últimos treinta años, el concepto de «inconsciente familiar» se ha revalorizado originando un resurgimiento de antiguos pensamientos que ya la filosofía oriental desarrolló en profundidad, como la influencia ancestral sobre los destinos individuales o la fuerza de determinados hechos y personas de la red familiar sobre nuestras vidas.

La aparición de nuevos planteamientos terapéuticos, como la psicogenealogía o el enfoque transgeneracional, pretende brindar al trabajo clínico un camino para ayudar a explicarnos dinámicas inconscientes familiares que provocan que el paciente, mediante vínculos que lo relacionan con su sistema familiar, repita ciertas situaciones en su vida.

Asimismo, en la clínica se ha observado que el poder incluir en la historia personal de un paciente su historia familiar transgeneracional nos ayuda a comprender mejor determinadas reacciones desproporcionadas, fracasos repetidos o emociones desbordantes de las que resulta imposible hallar explicación en su propia historia. En muchos casos, estas conductas parecen estar determinadas por la historia psicológica de generaciones anteriores.

Partiendo de estas observaciones, las preguntas que nos surgían eran claras: ¿De qué manera pueden estos acontecimientos del pasado afectar a varias generaciones posteriores? ¿Qué tiene que decir la ciencia al respecto? ¿Y el psicoanálisis?

Como veremos, la obra de Freud demuestra que éste no ignoraba en absoluto la importancia de los antepasados en la constitución de los psicosomatismos[1] individuales y colectivos; sin embargo, por razones que se desconocen, Freud no prosiguió con su investigación del fenómeno transgeneracional y únicamente planteó la problemática con los medios que la ciencia de su tiempo ponía a su disposición.

A continuación, realizaremos una primera aproximación a los conceptos sostenidos hasta el momento por el enfoque transgeneracional. Para ello, exploraremos, primero en la ciencia y posteriormente en el psicoanálisis, algunas referencias sobre la posible transmisión entre generaciones.

No se planteará ninguna conclusión, sino más bien pequeñas conjeturas, puesto que nuestro objetivo es abrir un tema que consideramos puede ser objeto de posteriores trabajos de investigación.

2. Las experiencias de nuestros abuelos dejan una marca en los genes

Hasta ahora, se creía que llegábamos a la vida con una información genética prefijada e inalterable que detallaba nuestros componentes, su orden y función, cómo teníamos que ser y de qué teníamos que padecer. Actualmente, se sabe que no es así. Cada vez más estudios (Yehuda et al., 1998; Weaver et al., 2004; Skinner, Meaney M. y Szyf, M. en PLOS ONE, Reproductive Toxicology y Science Direct) demuestran que muchas de las influencias ambientales pueden provocar cambios en los genes, alterar el ADN y, posteriormente, transmitir esas alteraciones a nuestros descendientes.

Buena parte del funcionamiento de nuestro organismo depende de que determinados genes, se activen o no. Aunque todavía se ignora cómo lo hacen y qué enzimas intervienen, lo cierto es que cuando un gen se activa o desactiva se ponen en marcha procesos bioquímicos que acaban provocando que, por ejemplo, un gemelo tenga esquizofrenia y el otro no, a pesar de ser genéticamente iguales.

Recientemente, la epigenética[2] ha confirmado la poderosa influencia que el estrés, la alimentación o los tóxicos medioambientales tienen sobre la activación de genes concretos y cómo estos generan cambios en tres o más generaciones posteriores.

Si la dieta y los productos tóxicos pueden causar cambios epigenéticos, ¿podrían experiencias como abusos, estrés postraumático, maltrato infantil o duelos no realizados desencadenar también cambios epigenéticos en el ADN, en las neuronas cerebrales?

Estas cuestiones resultaron ser la base de un nuevo campo, la conducta epigenética, ahora tan efervescente, que ha generado decenas de estudios y ha sugerido nuevos tratamientos para restablecer problemas del sistema nervioso.

Entre dichos estudios destaca el de Michael Skinner, biólogo molecular, en el que afirma que las experiencias de vida de los abuelos, e incluso los bisabuelos, modifican sus óvulos y espermatozoides de manera tan indeleble que el cambio pasa a sus hijos, nietos y bisnietos, según un fenómeno hoy conocido como «herencia epigenética transgeneracional». Es decir, cualquier factor ambiental que influya en la salud física y emocional no sólo afectará al individuo expuesto al factor, sino también a su descendencia.

Otros estudios sobre la conducta epigenética realizados por Michael Meanly, neurólogo y psiquiatra biológico, demuestran cómo experiencias traumáticas de nuestro pasado, o del pasado de nuestros ancestros, dejan marcas moleculares adheridas a nuestro ADN.

Es decir, podemos heredar no sólo las rodillas frágiles de una abuela, sino también una predisposición a la depresión causada por un duelo que no fue realizado.

2.1. El peso de la herencia

En Moisés y la religión monoteísta (1939), Freud realiza un estudio sobre las reacciones frente a los traumas precoces, ya comprueba que determinadas reacciones no se ajustan a la propia vivencia del sujeto, sino que se apartan de ésta en una forma que concuerda mucho más con el modelo de un suceso filogenético y que, en general, sólo es posible explicar por la influencia de éste.

Por consiguiente, podríamos decir que en aquello que heredamos no sólo encontramos disposiciones, sino también contenidos, huellas mnémicas, residuos ancestrales, fragmentos de vida psíquica transmitida de generación en generación, que constituyen el bagaje inconsciente: «En la vida psíquica del individuo tienen eficacia no sólo los contenidos vivenciados por él mismo sino otros que le fueron aportados con el nacimiento, fragmentos de origen filogenético, una herencia arcaica, lo que sería el factor constitucional del individuo» (Moisés y la religión monoteísta, 1939).

Vemos, tal como cita Freud en Tótem y tabú (1912), y como demuestra también la ciencia, que «ninguna generación es capaz de disimular a las que siguen los acontecimientos psíquicos significativos». Estamos configurados ineludiblemente por memorias que heredamos y que permanecen latentes en nuestro inconsciente.

Incluso, como algunos han pensado, a las tres afrentas al narcisismo señaladas por Freud: la del descubrimiento copernicano (la Tierra no es el centro del universo), la del darwiniano (el hombre proviene del reino animal) y la del psicoanalítico (el hombre no es el amo en su propia casa [Freud, 1917], pues es gobernado por su inconsciente), se podría agregar una cuarta afrenta:

«El hombre no sólo es gobernado por su inconsciente, sino por el inconsciente de otros», según afirmaron Roberto Losso y Ana Packciarz Losso en La fantasía inconsciente compartida familiar de elaboración transgeneracional (2007).

Así pues, es innegable que la herencia que recibimos de nuestros antepasados conlleva un peso importante que, sin ser conscientes de ello, nos configura como seres humanos y determina muchos de nuestros actos y experiencias actuales.

3. Qué tiene que decir el psicoanálisis sobre la herencia y la transmisión transgeneracional

El desinterés hacia la cuestión de la herencia arcaica desde el psicoanálisis ha sido notable, debido, por un lado, a que la ciencia biológica no aceptaba la idea de que los caracteres adquiridos fuesen heredados y transmitidos y, por otro lado, a que en algunos ámbitos psicoanalíticos se desdeña este tema y, en consecuencia, se han relegado escritos como Tótem y tabú o Moisés y la religión monoteísta.

De la extensa obra de Freud, hemos recopilado algunos de los pasajes más significativos en los que se vislumbra su interés por la herencia arcaica y la transmisión de la vida psíquica: Más allá del principio de placer, Tótem y tabú, La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna y Moisés y la religión monoteísta. En este recorrido, hemos observado que Freud plantea la hipótesis de la existencia de una herencia arcaica compuesta por huellas mnémicas inconscientes de impresiones exteriores y su transmisión.

Por ejemplo, en Más allá del principio de placer (1921) sostiene que aquello no representado e irrepresentable de la pulsión que no puede ser dicho podría producir una huella que lo empujaría a la repetición o, en su defecto, a la formación de un síntoma. Dicho de otra manera lo que el sujeto no consigue recordar, lo actúa. Este argumento nos servirá para corroborar más adelante cómo se manifiesta en forma de síntoma un acontecimiento que no se puede verbalizar.

Para introducir la noción de una transmisión hereditaria, en La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna (1908) se subraya el fenómeno de la repetición de prototipos de relación de objeto, identificaciones y el lastre heredado de una generación a otra.

En Moisés y la religión monoteísta (1939) apunta en varias ocasiones que la herencia arcaica del hombre la forman fragmentos de vida psíquica transmitida de generación en generación, que constituyen el bagaje inconsciente. Freud introduce la noción de verdad histórica ligada al retorno de lo reprimido que nos es útil para seguir investigando la transmisión de una generación a las siguientes. Además, aporta argumentos que reafirman la existencia de una herencia formada por huellas mnémicas de las vivencias ancestrales. Por ejemplo, al referirse a una antigua tradición de un pueblo o a la formación de un carácter étnico, casi siempre alude a una tradición heredada similar, y no sólo a una transmitida por comunicación.

En este texto también desarrolla que la conciencia de culpa derivada de un acto determinado ha persistido a través de milenios enteros y ha conservado toda su eficacia en generaciones que nada podían saber ya de dicho acto.

En algunos de estos textos Freud defiende la existencia de ciertas predisposiciones que no existieron desde siempre, sino que poseen una genealogía.[3] Y es justamente tal genealogía, es decir la aparición y transmisión de esas peculiares predisposiciones, lo que explica una teoría de la evolución fidedigna. Esta teoría de que el ser humano viene al mundo con una herencia arcaica transmisible a la descendencia es la que constituye la base del enfoque transgeneracional que abordamos a continuación.

4. La herencia transgeneracional

4.1. Origen y definición

El concepto «transgeneracional» es conocido desde hace mucho tiempo. Hay una frase en la Biblia que dice: «Los padres comen la uva verde y los niños rechinan los dientes».

El concepto transgeneracional hace referencia a la cadena de transmisión de significaciones que se lega de generación en generación y que abarca ideales, mitos, modelos identificatorios y enunciados discursivos que involucran lo dicho, pero también lo silenciado.

En los años 1970, un grupo de psicoanalistas entre los que se encontraban Nicolas Abraham, Mária Török, Françoise Dolto, Anne Ancellin Shützenberger y Didier Dumas, se reunía todas las semanas para hablar e investigar sobre este tema. Nicolas Abraham y Mária Török trabajaban en el Hospital Psiquíatrico de París y tuvieron la idea de analizar el relato de los delirios que presentaban los niños psicóticos. Al contrastar el delirio con los padres del enfermo observaron que, en todo delirio, había aspectos reales y otros completamente delirantes. A partir de aquel momento trabajaron con la hipótesis de que, en realidad, el niño presentaba una problemática familiar transgeneracional. Entonces empezaron a hablar del «inconsciente del clan», el inconsciente familiar: el niño que deliraba era el representante de una carga emocional ajena.

4.2. Fundamentos de la herencia transgeneracional

La herencia psíquica no se da solamente entre una madre o un padre y su hijo, en cuyo caso se trataría de la influencia intergeneracional, sino que también existen influencias de generaciones anteriores en el desarrollo y en la estructuración psíquica de un nuevo ser; en este último caso, es cuando hablaríamos de la influencia o herencia transgeneracional.

Es decir, lo transgeneracional comprende aquella información inconsciente que el clan familiar transmite a toda su progenie para que un conflicto silenciado en la familia se pueda resolver en generaciones posteriores.

En consecuencia, en el análisis transgeneracional se tiene en cuenta el proceso psíquico genealógico del paciente y se pretende poner en perspectiva la historia de la familia y comprenderla, que la persona asuma el rol que le corresponde para resolver de este modo las situaciones excluidas de la conciencia familiar y las creencias que las sostienen.

Habitualmente, estas transmisiones afectan a dos, tres o más generaciones, en las que la adquisición de una información construida por los ascendientes es expresada por un miembro de una generación posterior en forma de síntoma.

4.3. Más allá del inconsciente individual

El enfoque transgeneracional nos conduce en cierta manera a pensar el inconsciente no sólo como instancia en el ámbito individual, sino a darle una dimensión más amplia que alcance el sustrato de los funcionamientos familiares, históricos y culturales. Tal como apunta Ancelin Schützenberger (2006) en su libro ¡Ay, mis abuelos!, la transmisión transgeneracional trazaría un puente entre el inconsciente individual y el inconsciente colectivo.

En Tótem y tabú Freud se pregunta acerca de la necesaria continuidad de la vida psíquica en las sucesivas generaciones; de lo contrario, nos veríamos obligados a comenzar desde un principio el aprendizaje de la vida, lo cual excluiría toda posibilidad de progreso en este terreno. Esta pregunta es tan actual como hace un siglo y constituye un punto de inicio para retomar, repensar y ampliar la hipótesis filogenética que sostenía el fundador del psicoanálisis.

Este cuestionamiento nos suscita una reflexión sobre los antepasados y el lugar que ocupan en nuestras vidas, sobre las identificaciones que establecemos con ellos, así como sobre su legado.

Advertimos que la herencia de nuestros antepasados conlleva un peso importante y nos configura como seres humanos. Esto nos hace plantearnos inquietantes preguntas: ¿Qué efecto tienen aquellas vivencias o acontecimientos que no pudieron ser procesados en el psiquismo? ¿Podría ser un apoyo para el análisis tener en cuenta cómo han afectado los traumas de las generaciones anteriores? ¿A través de qué mecanismos se efectúa la transmisión?

No pretendemos ni podemos contestarlas todas, pero en los siguientes puntos trataremos de explorar una de las posibles vías de transmisión de estos acontecimientos y sus posibles consecuencias entre generaciones.

5. La importancia del vínculo con nuestros antepasados

«Porque la sangre que heredamos no es nada más que la que traemos al llegar al mundo, la sangre que heredamos está hecha de las cosas que comimos de niños, de las palabras que nos cantaron en la cuna, de los brazos que nos cuidaron, la ropa que nos cobijó y las tormentas que otros remontaron para darnos vida. Pero, sobre todo, la sangre se nos teje con las historias y los sueños de quien nos crece»,
Ángeles Mastretta (La sangre que heredamos).


Según el Diccionario de la Lengua Española, la palabra «vínculo» proviene del latín vincülum, que significa unión o atadura de una persona con otra, ¿pero de qué unión o atadura se trata desde el enfoque transgeneracional?

Se considera que, sin saberlo, todos establecemos vínculos con nuestro sistema familiar. Esto nos mantiene ligados a nuestros antepasados y, por tanto, a sus traumas vivenciados y silenciados mediante una identificación inconsciente. De ahí que entre el sujeto y el ancestro se establezca una lealtad invisible[4] mediante la cual la persona carga con experiencias traumáticas que no son suyas, que fueron silenciadas y que no se elaboraron en su momento. El material psíquico familiar se transmite en bruto sin haber sido elaborado.

Podemos afirmar, pues, que, a partir de este vínculo o lealtad invisible, todo sujeto recibe una historia singular que no es propia, pero que incorpora en su psiquismo y determina su experiencia vital.

6. La noción de trauma

Desde el punto de vista transgeneracional, el trauma se entiende como un vestigio de un hecho doloroso o vergonzoso del pasado que se propaga por todo el árbol genealógico[5] para que el miembro de la familia sobre el cual ha recaído toda esa carga pueda elaborarlo.

Esta visión del trauma transgeneracional, como constituyente del psiquismo, puede aportar inequívocamente una mirada más allá de los primeros años de vida, del complejo de Edipo y de las figuras parentales.

Cuando en una familia se producen acontecimientos traumáticos importantes, éstos se mantienen vivos de manera inconsciente y se transmiten a la descendencia si los que sobreviven no hablan de ello.

Entendemos por «acontecimientos traumáticos»: suicidios, asesinatos, muertes inexplicables, duelos no realizados, incestos, violaciones, infidelidades, deseos no reconocidos, así como las emociones relacionadas con estas experiencias.

En cambio, según el Diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, un trauma se define como: «Un acontecimiento en la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, su incapacidad de responder a él adecuadamente y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica».

Este acontecimiento puede tratarse tanto de un suceso muy impactante como de la suma de pequeños eventos, que serían tolerables si se produjesen aisladamente.

En el intento de ampliar esta noción, nos basamos precisamente en el concepto de trauma transgeneracional: en cómo determinados acontecimientos o experiencias en el núcleo familiar que no se han podido procesar psíquicamente se pueden transmitir inconscientemente a las generaciones siguientes y causar perturbaciones y conflictos en el grupo familiar o en alguno de sus miembros. El sujeto lo recibe en forma de carga, hecho que le provoca un vacío de identidad.

7. El efecto de lo no dicho en las diferentes generaciones

Estas cargas ancestrales son el residuo del suceso traumático silenciado, que se va transformando y afecta de manera diferente a las posteriores generaciones:

En la primera generación, ocurre un hecho que no se puede expresar por diferentes motivos, entre otros, vergüenza, horror, represión o sufrimiento excesivo. Al no poder hablar de ello, la experiencia no se elabora y se mantiene presente psíquicamente en la persona que la ha vivido. El contenido se confina y queda encriptado[6] en el yo, condenado a convertirse en secreto, en un indecible que nunca debe ser revelado y del que no se puede hablar debido al dolor y la culpa que evocaría.

En la segunda generación, el secreto no puede ser objeto de representación verbal. El suceso se vuelve innombrable ya que el portador de éste tiene un conocimiento intuitivo de su existencia, pero ignora el contenido. Se podría hablar de una «herencia sin testamento», un legado recibido que no ha sido aceptado.

Por último, en la tercera generación se convierte en impensable, algo que existe pero es inaccesible a la conciencia; nadie se lo puede imaginar. Puesto que los ascendientes no han nombrado dichas experiencias traumáticas ni sus consecuencias emocionales, éstas no pueden ser objeto de ninguna representación verbal en los descendientes. Este hecho puede conducir a una ausencia de simbolización.

Lo silenciado, que como hemos observado tiene un papel fundamental en la transmisión, está compuesto por palabras imposibles de decir que se transmiten por gestos, alusiones, dichos a medias, no dichos o murmullos. Además, contiene los afectos que se han reprimido y están ligados al padecimiento de aquella difícil experiencia. La persona se ve obligada a modificar su discurso para evitar las palabras que la llevarían o la acercarían a romper el silencio, y esto la hace forjar un discurso incongruente.

8. Posibles conexiones con el psicoanálisis

Llegados a este punto, y teniendo en cuenta todo lo expuesto hasta el momento, estableceremos algunas de las posibles conexiones de la herencia transgeneracional con el psicoanálisis.

8.1. Vías de transmisión

De la experiencia traumática, lo importante no es el contenido en sí, que suele ser de difícil acceso, cuando no imposible, sino cómo se transmite y su forma de manifestarse.

Las posibles vías de transmisión del trauma silenciado se han estudiado desde enfoques diferentes cuyas resoluciones no muestran una idea unificada. Entre este abanico de posibilidades, nos hemos centrado, según lo que apunta Silvia Nussbaum, en la «identificación  alienante»[7] por ser el concepto que más se aproxima a la idea de identificación que sostiene el enfoque psicoanalítico.

La identificación alienante acontece cuando se produce la repetición de una vivencia traumática de un ascendiente. Esta identificación es alienante porque el sujeto que repite no sabe lo que repite y se apropia de un trauma inconsciente no elaborado que le despoja de la posibilidad de acceder a su identidad y a su propia historización.

Abraham y Török (1978) señalan que las palabras que no pudieron ser dichas, las escenas que no pudieron ser rememoradas, las lágrimas que no pudieron ser vertidas, son conservadas en secreto, aunque quedan encriptadas. El síntoma busca abrir el secreto y a la vez mantenerlo en silencio. Según estos autores, la necesidad de mantener el secreto obedece a una lealtad inconsciente con el objeto de amor, el ancestro (el padre, la madre, o un antepasado) puesto que su revelación provocaría un sentimiento de culpa en el descendiente.

8.2. La repetición como intento de elaboración

El concepto de repetición sostenido por la teoría transgeneracional mantiene ciertos nexos con la explicación de repetición que expone Freud en los dos textos siguientes:

En el primero, Recordar, repetir y reelaborar (1914), se observa que el síntoma, que es impensable, se repite como intento de elaboración. Podemos suponer que el portador del secreto repite parcialmente las situaciones silenciadas.

Y en el segundo, Más allá del principio de placer (1921), la repetición queda patente en la «compulsión de repetición», derivada de la necesidad del psiquismo de repetir la situación traumática no elaborada. Por esta razón, el trauma regresa una y otra vez de forma inconsciente mediante síntomas o sueños traumáticos.

Basándonos en estas dos ideas, observamos que hay una similitud entre el concepto de repetición apuntado por Freud y la repetición transgeneracional. En este último caso, la repetición acontece entre generaciones y no sólo durante la vida del sujeto; en cada repetición hay algo nuevo, un intento fallido de elaboración.

Existen diferentes formas de repetición aplicables a los traumas transgeneracionales, no excluyentes entre sí:

  • La «repetición pura», en la que se repiten exactamente los sucesos: Mi abuela era maltratada por mi abuelo y todas las parejas que tengo me maltratan.
  • La «repetición por interpretación», donde la persona repite lo que interpreta que ha pasado: Mi abuela se golpeó gravemente en la cabeza y yo sufro de migrañas.
  • La «repetición por identificación», mediante la cual se repite lo que otra persona padece: Mi abuelo era alcohólico, mi padre tiene una hepatología y yo desarrollo una hepatitis. La persona se identifica con la familia a través de la enfermedad.
  • La «repetición por oposición», en la que se repite lo contrario de lo que pasó: Mi abuela fue forzada sexualmente y yo tengo aversión al coito.
  • Y la «repetición por compensación», donde se repite para compensar lo que pasó: Mi abuela murió por una complicación en el parto y yo me hago obstetra.

Para asegurar la continuidad del linaje, el sujeto se ve inmerso en una repetición involuntaria a la que debe contribuir como miembro de una cadena a la que está ligado desde antes de su existencia.

9. Conclusiones

En esta primera incursión en lo transgeneracional hemos querido mostrar una herramienta más que facilita nuevas vías de pensamiento y nuevas posibilidades que se abrirían en la consideración de la vida psíquica de un sujeto.

Nuestra intención no es otra que dejar abierto este tema, poder interpretar también los síntomas desde otra concepción, detectar aquellas repeticiones familiares, aquellas consecuencias derivadas de los silencios y poder elaborarlas.

Asimismo, partiendo de la idea de que no estamos sólo constituidos por los vínculos intergeneracionales, sino que además nuestro inconsciente puede estar gobernado por el inconsciente de nuestros antepasados, lanzaremos un interrogante: ¿Cómo incorporar esta nueva herramienta para liberar al psiquismo de estas cargas a través del psicoanálisis?

Sólo mediante una toma de conciencia se pueden elaborar aquellas cargas heredadas y liberarlas posteriormente, con la intención de dejar sitio, poder soltar aquello que quedó encriptado en un periodo anterior, para que, de esta manera, entre algo nuevo, el vacío. Tal como lo definen los antiguos chinos, no se trataría de una ausencia, sino de la idea de dejar sitio para permitir que la novedad aparezca. Eso es el vacío: no se puede añadir agua a un jarrón ya lleno.

Todos pertenecemos a una tercera o cuarta generación y, por eso, invitamos a romper lo silenciado, luchar contra la invisibilidad y recuperar lo no dicho para elaborarlo y, desde ese relato, poder seguir adelante.

Si recogemos algunas de las ideas que han aparecido en este primer trabajo, consideramos que esta herramienta puede ser útil para el análisis y es aplicable a ciertos acontecimientos sociales e históricos, como enfrentamientos bélicos, conflictos raciales, dictaduras, en los que también se pueden producir situaciones traumáticas no asumidas, silenciadas y reprimidas que tendrán una consecuencia sobre varias generaciones de descendientes y no únicamente en las víctimas directas.

Lo recibido no tiene por qué ser una fatalidad, un propósito por el que se está condenado a la repetición, sino que se puede vivir como una oportunidad de transformación. Sin embargo, es necesario un proceso de elaboración para poder liberar estas cargas. Tal como afirma Marcuse en Eros y civilización (1955): «Las heridas que se curan con el tiempo (y nosotras añadimos "sin elaborar") son también las heridas que contienen el veneno. Contra la rendición del tiempo, la restauración de los derechos de la memoria es un vehículo de liberación, es una de las más nobles tareas del pensamiento».

10. Agradecimientos

Agradecemos enormemente la oportunidad que nos ofrece el Espacio Psicoanalítico de Barcelona al permitirnos vivir la experiencia de presentar esta investigación. En particular, destacamos la colaboración de Juan Carlos De Brasi, José María Blasco, Mª del Mar Martín, Fabián Ortiz y los integrantes del Grupo de Prácticas, quienes, con sus revisiones, ideas y sugerencias nos han allanado el camino y nos han ayudado a disfrutar de él.

Barcelona, abril de 2014

Referencias

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Freud, S. (1923). El yo y el ello. En S. Freud Obras completas. Vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1914). Recordar, repetir, reelaborar. En S. Freud Obras completas. Vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1981). La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna. En S. Freud Obras completas. Vol. VII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1915). La fijación al trauma, lo inconsciente. En S. Freud Obras completas. Vol. XVI. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. En S. Freud Obras completas. Vol.  XVIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
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Freud, S. (1913). Tótem y tabú. En S. Freud Obras completas. Vol. XIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1921). Más allá del principio de placer. En S. Freud Obras completas. Vol. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Laplanche J. y Pontalis J. (1996). Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Editorial Paidós.
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Notas

1 El psicosomatismo es un proceso de origen psíquico que tiene influencia y se manifiesta en lo somático, en lo corpóreo. 
2 La epigenética (del griego epi, en o sobre, y -genética) hace referencia, en un sentido amplio, al estudio de todos aquellos factores no genéticos que intervienen en la determinación de la ontogenia o desarrollo de un organismo. Se puede decir que la epigenética es el conjunto de procesos químicos que modifican la actividad del ADN pero sin alterar su secuencia. 
3 El estudio y seguimiento de la ascendencia y descendencia de una persona o familia. 
4 Se denomina lealtad invisible a aquella lealtad inconsciente entre los miembros de un sistema familiar que hace que solidariamente un posgénito se haga cargo de cuentas impagadas de otras generaciones. 
5 Un árbol genealógico es un esquema gráfico (genograma) que representa las relaciones familiares entre personas. El árbol genealógico nos ayuda a situar a nuestros antepasados en relación con nosotros. 
6 Concepto introducido por Nicolas Abraham y Mária Török para designar los contenidos que no pueden ser elaborados y quedan enquistados. 
7 Las identificaciones merecen la adjetivación de «alienantes» cuando son «solidarias con una historia que pertenece en parte a otro». 

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