El presente texto fue distribuido como soporte para la ponencia del mismo título pronunciada por el autor en las XVIII Jornadas Psicoanalíticas del EPBCN, tituladas Aperturas en Psicoanálisis (VII).
El presente escrito fue distribuido como soporte a la ponencia del mismo título presentada a las xviii Jornadas Psicoanalíticas del EPBCN. La exposición constó de dos partes diferenciadas: en la primera, que espera a otra ocasión para ser escrita, se presentó y se contextualizó históricamente el problema que intenta abordar Popper con su conocido criterio de demarcación; en la segunda, la que se recoge en este texto, realizamos una crítica tanto a la forma lógica del argumento de Popper como a las variantes vulgarizadas de su difusión.
Lo que aquí se presenta no es, en modo alguno, todo lo que puede criticarse en el argumento popperiano: nos hemos centrado exclusivamente en resaltar su exhibición de un escasísimo conocimiento de la obra de Freud, y la consecuente inconcluencia de su argumentación, además de su incorrección. Las vulgarizaciones más conocidas demuestran ser, así, enunciados falsos.
Nuestro propósito es examinar críticamente la siguiente afirmación:
Karl Popper demostró, en Conjeturas y refutaciones, que el psicoanálisis es una pseudociencia porque es irrefutable.
Se trata de una afirmación que ha pasado a ser, por así decir, de sentido común.[1] Nuestro objetivo, en el presente escrito, es someterla a análisis crítico. En esta presentación pondremos de relieve la estructura de nuestra argumentación, mientras que en las siguientes secciones nos dedicaremos a fundamentar detalladamente cada uno de nuestros pasos.
Nos limitaremos, para poder operar con precisión, al Popper de Conjeturas y refutaciones[2] y a la afirmación antes citada. Del mismo modo, cuando utilicemos la expresión «el psicoanálisis» nos estaremos refiriendo al psicoanálisis freudiano, esto es, a la obra de Sigmund Freud.
La primera observación que podemos dirigir a la afirmación que examinamos es que la significación de la palabra «pseudociencia» ha cambiado, históricamente, desde el momento en que Popper escribió Conjeturas y refutaciones. En la actualidad, el «sentido común» asigna casi siempre al término «pseudociencia» una significación exclusivamente peyorativa, mientras las «pseudociencias» pueden exhibir toda una serie de posibles atributos positivos si nos basamos en el texto de Popper. La afirmación «de sentido común» es, por lo tanto, inexacta.
Examinamos esta distinción en detalle en la sección 3.
Nuestra segunda observación tiene que ver con una simplificación incorrecta que la afirmación «de sentido común» introduce en la argumentación popperiana. En efecto, Popper distingue entre «ciencia» y «no ciencia» (o, según su denominación, «metafísica»); entre la «metafísica» se encuentran aquellas disciplinas que «se presentan como ciencias»: esas son las «pseudocientíficas». Otras disciplinas, que pueden considerarse «metafísicas» pero no «se presentan como ciencias», no pasan a ser automáticamente «pseudocientíficas» por el hecho de ser «metafísicas». Suponer lo contrario significaría afirmar que la religión, la filosofía o las teorías del arte, por ejemplo, son «pseudociencias», lo que es un claro abuso de lenguaje, además de una tontería.
La afirmación que vamos a examinar es, pues, además de inexacta, incompleta, y debe matizarse completándola. Para respetar el texto en que pretende basarse, debería enunciarse del siguiente modo: «Popper demostró, en Conjeturas y refutaciones, que el psicoanálisis es una pseudociencia porque, mientras pretende ser una ciencia, es, sin embargo, irrefutable».
La argumentación presentada se desarrolla con más detenimiento en la sección 4.
Tercera observación. Popper afirma que el psicoanálisis es irrefutable. Su argumento, sin embargo, contiene un error extraordinariamente grave: aquella propiedad del psicoanálisis que él elige para sostener su afirmación no es, en realidad, algo que pueda predicarse del psicoanálisis. Esto hace que su argumento no pueda sostenerse. Lo que Popper demuestra, si acaso, es que eso que él denomina «psicoanálisis» es irrefutable. Pero eso que él denomina «psicoanálisis» no puede ser «el psicoanálisis», por la sencilla razón de que aquello elegido para demostrar su irrefutabilidad es una pretendida propiedad del psicoanálisis de la que éste carece.
Eso nos llevará, pues, a concluir que Popper no demuestra que el psicoanálisis es irrefutable.
El argumento detallado se encontrará en la sección 5.
Cuarta observación. «Ser una ciencia» no es un concepto con una extensión definida e inmutable en el tiempo. Precisamente la propuesta popperiana, su «criterio de demarcación», modifica de un modo esencial la significación del concepto. Es perfectamente concebible que el psicoanálisis sea «una ciencia» en el sentido de «ciencia» previo a la introducción del criterio popperiano, y que, en cambio, deje de serlo una vez aplicado el nuevo criterio. No puede acusarse a una disciplina cualquiera de «pretender ser una ciencia» mientras se modifica a la vez la misma definición de ciencia que se está aplicando. No tenemos ninguna indicación de cuál hubiese sido la posición de Freud al respecto, entre otras razones porque la obra de Popper empezó a ser conocida después de la muerte de Freud. Las afirmaciones freudianas sobre la cientificidad del psicoanálisis, entonces, hay que contrastarlas con las nociones de ciencia imperantes en el momento histórico en que fueron escritas, no con una definición de ciencia producida con posterioridad.
Nuestra observación nos permite, pues, concluir que no es verdadera la afirmación de que el psicoanálisis «pretende ser científico», al menos en el sentido en el que Popper utiliza la palabra «científico».
Para un desarrollo detallado de estas cuestiones, puede consultarse la sección 6.
Una «pseudociencia», para Popper, es aquella disciplina que (1) es irrefutable y (2) pretende ser una ciencia. Pero Popper no demuestra (1) ni que el psicoanálisis es irrefutable, (2) ni tampoco que el psicoanálisis pretende ser una ciencia. Por tanto, Popper, en Conjeturas y refutaciones, no puede haber demostrado que el psicoanálisis es una pseudociencia, de lo que se deduce que la argumentación «de sentido común» que queríamos examinar es incorrecta, además de inexacta e incompleta y, a fortiori, su conclusión no puede quedar demostrada por ella.
La versión detallada de la afirmación que nos proponemos examinar es la siguiente:
Afirmación 1 (Vulgata: Wikipedia) Popper demostró, en su conferencia de 1953 titulada «La ciencia: conjeturas y refutaciones», que el psicoanálisis es una pseudociencia porque no es refutable.
Como hemos señalado en nuestra presentación, se trata de una afirmación que ha pasado a ser «de sentido común» o, si se quiere, a incorporarse a lo que podríamos denominar «la vulgata de la ciencia».
Por ejemplo, la Wikipedia en lengua inglesa[3] —una excelente manera de tomarle el pulso al mencionado «sentido común»— afirma que:
Karl Popper argued that psychoanalysis is a pseudoscience because its claims are not testable and cannot be refuted; that is, they are not falsifiable.
La frase concluye con una nota bibliográfica que hace referencia, precisamente, a «La ciencia: Conjeturas y refutaciones».
Notación ($CR$). En lo que sigue, y para no sobrecargar el texto, cuando escribamos «Conjeturas y refutaciones», o «$CR$», nos estaremos refiriendo a la mencionada conferencia popperiana.
Examinemos la noción de pseudociencia tal como se presenta en nuestra fuente, la Wikipedia en lengua inglesa.[4] Ahí podemos leer que las pseudociencias son
Statements, beliefs, or practices that are claimed to be scientific and factual in the absence of evidence gathered and constrained by appropriate scientific methods.
Retengamos el «are claimed to be scientific», «se pretende que son científicas».
La misma fuente añade, poco después:
The term pseudoscience is often considered pejorative because it suggests something is being presented as science inaccurately or even deceptively.
Por si no quedase claro que ser una pseudociencia implica estar en mala compañía, el artículo continúa:
Distinguishing scientific facts and theories from pseudoscientific beliefs, such as those found in astrology, alchemy, medical quackery, occult beliefs, and creation science combined with scientific concepts, is part of science education and scientific literacy.
Ahora bien, ¿qué significa «pseudociencia» para Popper? Algo muchísimo más matizado. Aunque en $CR$ no se puede hallar una definición explícita, sí que encontramos numerosos indicios, que nos permitirán formarnos una impresión lo suficientemente detallada de la idea popperiana de «pseudociencia». Examinaremos, pues, esos indicios, diseminados en diversos fragmentos de $CR$.
En la p. 57, por ejemplo, Popper escribe:
Yo quería distinguir entre la ciencia y la pseudociencia, sabiendo muy bien que la ciencia a menudo se equivoca y que la pseudociencia a veces da con la verdad.
La pseudociencia, pues, «a veces», «da con la verdad».
Más adelante, en la p. 62, refiriéndose al psicoanálisis (freudiano) y a la teoría de Alfred Adler, escribe:
Las dos teorías [...] mencionadas [...] eran irrefutables. [...] Esto no significa que Freud y Adler no hayan visto correctamente ciertos hechos. Personalmente, no dudo de que mucho de lo que afirmaron tiene considerable importancia, y que bien puede formar parte algún día de una ciencia psicológica testable.
Resaltemos esto: «mucho de lo que afirmaron tiene considerable importancia».
En la misma página, escribe:
En cuanto a la épica freudiana del yo, el superyó y el ello, su derecho a pretender un status científico no es substancialmente mayor que el de la colección de historias homéricas del Olimpo. Estas teorías describen algunos hechos, pero a la manera de mitos. Contienen sugerencias psicológicas sumamente interesantes, pero no en una forma testable.
Esas «sugerencias psicológicas sumamente interesantes» «describen» «algunos hechos» «a la manera de mitos». En la p. 63, Popper destaca la importancia y aclara el papel que pueden llegar a jugar esos «mitos»:
Al mismo tiempo, comprendí que tales mitos son susceptibles de desarrollo y pueden llegar a ser testables; que, en un sentido histórico, todas —o casi todas— las teorías científicas se originan en mitos; y que un mito puede contener importantes anticipaciones de teorías científicas. [...] Creo, pues, que si una teoría no es científica, si es «metafísica» (como podríamos afirmar), esto no quiere decir, en modo alguno que carezca de importancia, de valor, de «significado» o que «carezca de sentido». Pero a lo que no puede aspirar es a estar respaldada por elementos de juicio empíricos, en el sentido científico, si bien, en un sentido genético, bien puede ser el «resultado de la observación».
Se trata de un pensamiento sumamente matizado, muy alejado del arma arrojadiza en la que se ha convertido el término «pseudociencia» en la actualidad. Desde luego, Popper no pensaba que el carácter pseudocientífico de una teoría la convirtiese automáticamente algo deleznable: algunas de ellas «no carecen de importancia», de «valor», de «significado» o de «sentido». Nada «peyorativo» aquí, al menos de entrada. La única objeción es que «no puede aspirar [...] a estar respaldada por elementos de juicio empíricos, en el sentido científico».
Popper, entonces, está utilizando la noción de pseudociencia en el sentido más amplio posible: cualquier disciplina que se presenta como científica sin serlo. El término, lamentablemente, es demasiado abarcativo: equipara el psicoanálisis (que contiene «sugerencias psicológicas sumamente interesantes») con la alquimia, la astrología o la creencia en lo oculto. Con el tiempo, la noción de «pseudociencia» ha ido derivando hacia su acepción peyorativa, hasta quedar, por así decir, fijada en ella.
Es capital, pues, que distingamos con claridad entre esas dos acepciones de «pseudociencia».
La primera, más inclusiva y también más amable, será la «pseudociencia según Popper». Ser una «pseudociencia según Popper» no implica de entrada demérito alguno, excepto quizá, como ya hemos señalado, el de pretender ser una ciencia sin serlo. «A veces» hay «pseudociencias según Popper» que «dan con la verdad», «no carecen de importancia», etcétera.
La segunda acepción de pseudociencia, más restrictiva y peyorativa, la denominaremos «pseudociencia según la vulgata». De la «pseudociencia según la vulgata» no parece que pueda decirse, en la práctica, nada bueno.
Observación 1. Las nociones de «pseudociencia según la vulgata» y «pseudociencia según Popper» no tienen la misma extensión. La suposición implícita en la afirmación que estamos examinando es que Popper muestra que el psicoanálisis es una «pseudociencia según la vulgata». Eso debe ser corregido por inexacto: si acaso, lo que Popper estaría mostrando es que el psicoanálisis es una «pseudociencia según Popper». No es lícito ampararse en el sentido común e ignorar, de ese modo, que la noción de pseudociencia ha tenido, ella misma, una evolución histórica.
De este modo, la afirmación que debemos examinar, corrigiendo su inexactitud, pasará a ser la siguiente:
Afirmación 2 (Vulgata, más exacta). Popper demostró, en Conjeturas y refutaciones, que el psicoanálisis es una «pseudociencia según Popper» porque no es refutable.
Examinemos con más detenimiento las condiciones necesarias para que una teoría pueda ser calificada de «pseudociencia según Popper». La afirmación 2 parecería sugerir que es suficiente con que una teoría sea irrefutable para que sea pseudocientífica. Sin embargo, si leemos a Popper con atención veremos que se precisa de otra condición adicional:
[S]i una teoría no es científica, [...] no puede aspirar [...] a estar respaldada por elementos de juicio empíricos, en el sentido científico. [$CR$, p. 63]
Esta «aspiración» la habíamos encontrado también anteriormente, bajo la forma de una «pretensión». Así,
Observación 2. Lo que Popper afirma en $CR$ no es que «el psicoanálisis es una pseudociencia porque es irrefutable», sino que «el psicoanálisis es una pseudociencia porque pretende ser científico y además es irrefutable».
La afirmación que debemos examinar, una vez completada, pasa a ser la siguiente:
Afirmación 3 ($\textrm{Popper}_{CR}$). El psicoanálisis es una «pseudociencia según Popper» porque pretende ser una ciencia y, además, es irrefutable.
Suponer lo contrario equivaldría, como hemos señalado anteriormente, a calificar de pseudociencias a teorías que simplemente son, usando la denominación de Popper, «metafísicas», como la religión, el arte o la filosofía. Lo no-científico es más amplio que lo pseudocientífico; o, dicho de otro modo, lo pseudocientífico constituye una parte especial de lo no-científico, aquella que se distingue porque sus elementos afirman de sí mismos que son científicos.
El «pseudo» de «pseudociencia» adquiere así su sentido: como veremos, el criterio que propone Popper para discriminar si una teoría es científica o no es que dicha teoría tiene que ser refutable; de ese modo, si una teoría es irrefutable no puede ser científica; y, por tanto, si una teoría afirma ser científica pero es irrefutable, miente sobre su propio estatuto científico: de ahí lo falso, pseudo en griego, de la «pseudociencia».
¿Por qué es irrefutable el psicoanálisis, según Popper en $CR$? Acompañemos su argumentación, que está distribuida en varias páginas.
Al comienzo (p. 57), Popper se propone «distinguir entre la ciencia y la pseudo-ciencia». En la siguiente página escribe «quizás sea conveniente que describa la atmósfera en la que surgió mi problema y los ejemplos por los cuales fue estimulado». Refiere su interés por la teoría de la relatividad de Einstein, y «la teoría de la historia de Marx, el psicoanálisis de Freud y la llamada “psicología del individuo” de Alfred Adler» (p. 59).
A continuación, comunica las impresiones que los defensores de esas últimas tres teorías le produjeron:
Hallé que aquellos de mis amigos que eran admiradores de Marx, Freud y Adler estaban impresionados por una serie de puntos comunes a las tres teorías, en especial su aparente poder explicativo. Estas teorías parecían poder explicar prácticamente todo lo que sucedía dentro de los campos a los que se referían.
En la misma página, añade:
Me pareció que el elemento más característico de esa situación era la incesante corriente de confirmaciones y observaciones que «verificaban» las teorías en cuestión. [...] En lo que respecta a Adler, quedé muy impresionado por una experiencia personal. Una vez, en 1919, le informé acerca de un caso que no me parecía particularmente adleriano, pero él no halló dificultad alguna en analizarlo en términos de su teoría de los sentimientos de inferioridad, aunque ni siquiera había visto al niño. Experimenté una sensación un poco chocante y le pregunté cómo podía estar tan seguro. «Por mi experiencia de mil casos», respondió; a lo que no pude evitar de contestarle: «Y con este nuevo caso, supongo, su experiencia se basa en mil y un casos».
Retengamos de lo que escribe Popper el uso, muy reiterado, de la palabra «caso». Inmediatamente después, el escrito continúa:
Lo que yo pensaba era que sus anteriores observaciones podían no haber sido mucho mejores que esta nueva; que cada una de ellas, a su vez, había sido interpretada a la luz de «experiencias previas» y, al mismo tiempo, considerada como una confirmación adicional. «¿Qué es lo que confirman?», me pregunté a mí mismo. Solamente que un caso puede ser interpretado a la luz de una teoría. Pero esto significa muy poco, reflexioné, pues todo caso concebible puede ser interpretado tanto a la luz de la teoría de Adler como de la de Freud.
Otra vez «caso». ¿Qué entiende, exactamente, Popper por «caso»? Enseguida se hace explícito: tiene que ver con la «conducta humana».
Puedo ilustrar esto con dos ejemplos diferentes de conductas humanas: la de un hombre que empuja a un niño al agua con la intención de ahogarlo y la de un hombre que sacrifica su vida en un intento de salvar al niño. Cada uno de los dos casos puede ser explicado con igual facilidad por la teoría de Freud y por la de Adler. De acuerdo con Freud, el primer hombre sufría una represión (por ejemplo, de algún componente de su complejo de Edipo), mientras que el segundo había hecho una sublimación. De acuerdo con Adler, el primer hombre sufría sentimientos de inferioridad (que le provocaban, quizás, la necesidad de probarse a sí mismo que era capaz de cometer un crimen), y lo mismo el segundo hombre (cuya necesidad era demostrarse a sí mismo que era capaz de rescatar al niño). No puedo imaginar ninguna conducta humana que no pueda ser interpretada en términos de cualquiera de las dos teorías (Ibid., énfasis propio).
El lector sabrá disculpar la profusión y la longitud de las citas, pero las hemos considerado imprescindibles para delimitar con precisión de qué está hablando Popper y cuál es el núcleo de su argumentación. Él cree, por lo que hemos visto, que el psicoanálisis[5] es una teoría que «interpreta» «casos», y estos «casos» parecen poder reducirse, siguiendo sus ejemplos, a «conductas humanas». Su argumento, en lo que concierne al psicoanálisis, consiste en que no es «imaginable» «ninguna conducta humana que no pueda ser interpretada en términos de» esa teoría.
Ahora bien: ¿es realmente el psicoanálisis, como afirma Popper, una teoría que interpreta la conducta humana? Esta pregunta revestirá suma importancia, puesto que la parte crucial de la crítica popperiana al psicoanálisis —al menos en cuanto al aspecto de irrefutabilidad de su calificación de «pseudociencia según Popper»— se apuntala, precisamente, en ese único supuesto.
El psicoanálisis, para ser precisos, ni siquiera se ocupa de la conducta humana. Es más, la misma noción de conducta le tiene que resultar forzosamente sospechosa. ¿Cómo aparece algo relacionable con una conducta en la sesión analítica? Mediante un relato del paciente. El paciente, según nos cuenta, se condujo de tal o cual manera; o un conocido suyo, o amigo, familiar, novio, etcétera, se condujo de tal otra. ¿Qué hace el analista, con esos relatos de supuestas conductas? Nada especial: las trata como una ocurrencia más del paciente, es decir, como contenido manifiesto. Es bastante probable que, en el desarrollo de la conversación, se averigüe que la pretendida conducta (del paciente, familiar, novio, etcétera) no fue, en realidad, la que se relató en primera instancia: determinado detalle había sido omitido, tergiversado, dejado de lado, etcétera; pero era, sin embargo, algo esencial. ¿Con qué noción de «conducta» debería trabajar, entonces, el psicoanalista?
Es más: lo que el paciente relata, por lo general, prácticamente nunca es algo que pueda describirse como «una conducta». Por el contrario, lo que se cuenta viene habitualmente mechado con juicios de atribución intencional («se levantó súbitamente de la mesa para darme a entender que estaba poniéndome grosero»), elementos más o menos paranoides («no dejaba de mirarme; creo que de alguna forma adivinó lo de mi fetiche con Naranjito»); inseguridades de clase («cuando pidió que le cambiasen el vino, puso una cara tan odiosa... ¡pobre camarero!»); denuncias más o menos cómplices de hipocresía («y entonces, va y le dice: “Estás preciosa”. ¡Anda ya! ¡Si había estado rajando de ella hasta el último momento!»); declaraciones de ignorancia («realmente, no sé por qué hice eso»); estupores entre incrédulos e indignados («entonces va el tío y le pega un lametón en toda la oreja, ¿tú te crees?»); etcétera.
Lo que podría denominarse «una conducta», por el contrario, siempre es algo esquemático: «Pedro tomó la caja roja del desván y la situó en el centro de la mesa del comedor».
Ciñámonos al primer ejemplo popperiano: «un hombre empuja a un niño al agua con la intención de ahogarlo». ¿Cabe, realmente, incluir la «intención de ahogar» en la descripción de una «conducta»? Una «conducta», más bien tendría que limitarse: «un hombre empuja a un niño al agua». La «intención» no puede ser adscrita a la «conducta». ¿Cómo conocemos esa «intención»? ¿La declara el infanticida, el salvador, el propio niño (que habría sobrevivido), un transeúnte que pasaba por ahí?[6] Y, en cualquier caso, ¿por qué deberíamos creerles? Está claro que la noción de «conducta» hace agua. En Popper mismo, queremos decir.
Seamos todavía más claros: cuando Popper escribe «con la intención de ahogarlo», la «conducta» del primer hombre ya está interpretada por la misma atribución de la intención. La interpretación freudiana, que aparece además en Popper como algo mecánicamente deducible de la «conducta», no sería, en realidad, más que una sobreintrepretación de esa «conducta», ya interpretada.
Por lo demás, y atendidas las anteriores salvedades, el relato del paciente, considerado en sí mismo, no tiene, para el psicoanálisis, sentido alguno. Recalquémoslo: para el psicoanálisis; para el paciente, lo más probable es que sí lo tenga. Pero para el psicoanálisis, no: es necesario, además, contar con la asociación libre del paciente.
Esto, que es muy elemental, debe, sin embargo, ser reiterado una y otra vez, puesto que siempre se olvida. Gran parte de las críticas dirigidas habitualmente al psicoanálisis ignoran este hecho; eso ya sucedía —y fue señalado hasta la extenuación— en tiempos del propio Freud. Un sueño, un relato, no tienen sentido alguno (para el psicoanálisis) sin la asociación libre del paciente y el trabajo de interpretación (realizado conjuntamente por el paciente y el analista).
Por último, el concepto de interpretación, en psicoanálisis, se diferencia de otras acepciones de la misma palabra. Por ejemplo, en lógica, «interpretar» una fórmula consiste en asignar valores a las variables que aparecen en ella. En cambio, y como hemos señalado en otros lugares, la interpretación psicoanalítica tiene un estatuto hipotético: se presenta, en esencia, si bien no necesariamente en su forma, como una propuesta: «mi hipótesis es que...».
Volvamos ahora al texto de Popper: «No puedo imaginar ninguna conducta humana que no pueda ser interpretada en términos de [la teoría psicoanalítica]». Si fuese cierto que el psicoanálisis interpreta las conductas humanas, y si fuese cierto también que cualquier conducta humana puede ser interpretada en términos de la teoría psicoanalítica, entonces, efectivamente, el psicoanálisis sería irrefutable, siguiendo la definición popperiana de irrefutabilidad. Sin embargo, y puesto que hemos mostrado que es falso que el psicoanálisis interprete la conducta humana, no es posible sostener que Popper haya demostrado, en $CR$, que el psicoanálisis es irrefutable.
¿Qué ha pasado? Que Popper, cuando utiliza la expresión «el psicoanálisis», comete errores tan graves, tan groseros, que se hace imposible seguir creyendo que lo que él denomina «psicoanálisis» se refiera a la disciplina inventada por Freud. Denominaremos, entonces, «psicoanálisis según Popper» a ese psicoanálisis que Popper ha inventado (del que, en realidad, sabemos pocas cosas, más allá de que «interpreta» la «conducta humana»), y seguiremos llamando «psicoanálisis», como es habitual, a la teoría descrita en la obra freudiana. Hemos mostrado, entonces, de un modo suficientemente detallado y concluyente, que el «psicoanálisis según Popper» y el «psicoanálisis (según Freud)» no coinciden; en particular, se diferencian en algo esencial: la atribución de sentido a la conducta humana por sí misma.
Observación 3. La palabra «psicoanálisis», en el Popper de $CR$, no se refiere al psicoanálisis, sino a determinada teoría, el «psicoanálisis según Popper», inventada por el propio Popper, que permitiría «explicar» la «conducta humana», cosa que el psicoanálisis, por su lado, no pretendería hacer. Si Popper hubiese mostrado algo, en todo caso, sería que «el “psicoanálisis según Popper” es irrefutable»; pero, desde luego, lo que no ha mostrado es que «el psicoanálisis es irrefutable».
Llegamos, de este modo, a un conocimiento más profundo de lo que Popper realmente afirma en $CR$. La afirmación 3 deberá, pues, reescribirse así:
Afirmación 4 ($\textrm{Popper}_{CR}$). El psicoanálisis es una «pseudociencia según Popper» porque afirma ser una ciencia y, además, el «psicoanálisis según Popper» es irrefutable.
Obviamente, una vez llegados a este punto, bien podríamos optar por abandonar el estudio de $CR$ en lo que concierne a sus enunciados sobre «el psicoanálisis»: Popper no sabe bien a qué se refiere cuando maneja esa etiqueta y, por tanto, nuestro interés por todas sus afirmaciones posteriores no puede más que experimentar una importante merma. De todos modos, y puesto que hemos llegado hasta aquí, nos permitiremos continuar con el examen de su argumentación: es posible que todavía nos queden algunas cosas por aprender.
El último paso de nuestra indagación consistirá en averiguar si es cierto o no que el psicoanálisis afirma de sí mismo que es una ciencia. De entrada, si recurrimos a los textos freudianos, parecería que sí: las referencias de Freud a la ciencia, y especialmente a la condición científica del psicoanálisis, son constantes. Parecería, entonces, que la afirmación «el psicoanálisis pretende ser una ciencia» es verdadera.
No podemos, sin embargo, conceder la verdad de tal afirmación sin averiguar primero con qué significación de la palabra «ciencia» estamos operando. En efecto, qué sea una ciencia no es un asunto cerrado, sino, precisamente, la cuestión que Popper está debatiendo en Conjeturas y refutaciones. Justamente su criterio de demarcación («para que una teoría sea científica tiene que ser refutable») es algo que él mismo ha introducido en el mundo de la reflexión filosófica sobre la naturaleza de la ciencia.
De hecho, la pregunta «¿qué es una ciencia?» era objeto de intenso debate en la época en la que Popper concibió su criterio de demarcación, en especial entre los integrantes del círculo de Viena. Algunas de las matizaciones popperianas que hemos encontrado más arriba[7] son claras tomas de posición frente a otros autores, que habían sostenido afirmaciones como las que él rebate.
Popper propone una nueva significación para la palabra «ciencia». Antes de Popper, la noción de «ciencia» tenía determinada significación; después de Popper (suponiendo, claro está, lo que no deja de ser un exceso, que su propuesta hubiese sido universalmente aceptada), «ciencia» pasa a significar algo distinto. De hecho, el propio Popper pasó toda su vida reformulando, matizando y defendiendo su criterio de demarcación.
Introduzcamos algo de simplificación en una cuestión que es, sin duda alguna, mucho más compleja: supongamos, hasta nueva orden, que sólo contamos con dos definiciones de ciencia: la anterior a la introducción del criterio popperiano, que denominaremos «ciencia antes de Popper» y la posterior a esa introducción, que denominaremos «ciencia después de Popper». Supongamos, también por simplicidad, que la comunidad científica hubiera abrazado, en un determinado momento, la definición de ciencia popperiana, es decir, que a partir de determinado año todos los científicos hubiesen pasado a estar de acuerdo en que «ciencia» significa «ciencia después de Popper».
Ahora bien: ¿qué significa que una teoría «pretende ser científica»? Que alguien, quizá su creador, afirma que esa teoría es científica; no es cuestión de atribuirles «pretensiones» a las teorías. Ese alguien, entonces, cuando le es sometida la pregunta «¿es científica o no, esa teoría?», queda comprometido, por el hecho de haber respondido, a sostener una serie de cosas. Una serie que, claramente, es distinta «antes de Popper» y «después de Popper», tanto si la respuesta es afirmativa como si es negativa. En particular, si sostuviese que una teoría es «científica después de Popper», debería mostrar que la teoría es refutable, mientras que esa condición no se le exigiría si la pregunta remitiese a si la teoría es o no «científica antes de Popper».
Cuando Freud afirmaba que el psicoanálisis es científico, ¿a qué se estaba refiriendo? Desde luego, y con toda seguridad, no a que éste fuese «científico después de Popper». Eso es imposible, por la siguiente razón, perfectamente meridiana: el criterio de demarcación de Popper empezó a ser conocido después de la muerte de Freud.
En todo caso, lo que Freud habría afirmado repetidamente, en el transcurso de su extensa obra, sería que el psicoanálisis es «científico antes de Popper». No podemos saber qué hubiese dicho Freud si hubiese sido confrontado con la definición popperiana de ciencia; probablemente, hubiese escrito una buena cantidad de cosas interesantes al respecto.[8] Desde luego, Freud nunca concibió el psicoanálisis como algo irrefutable, sino como un sistema de hipótesis necesarias sujetas a constante discusión, revisión y mejora; él mismo fue modificando varias de esas hipótesis, a lo largo del tiempo, cada vez que lo consideró necesario.
Observación 4. Debemos concluir, pues, que no es correcto inferir, de la lectura de la obra de Freud, que «el psicoanálisis pretende ser “científico después de Popper”», sino tan solo que «el psicoanálisis pretende ser “científico antes de Popper”», pretensión que, sea verdadera o falsa, no es examinada, cabe señalarlo, en $CR$.
Nuestra afirmación 4 deberá modificarse del siguiente modo:
Afirmacion 5 ($\textrm{Popper}_{CR}$). El psicoanálisis es una «pseudociencia según Popper» porque afirma ser una «ciencia antes de Popper» y, además, el «psicoanálisis según Popper» es irrefutable.
Llegados a este punto, no es difícil advertir que la afirmación popperiana no se sostiene, por mucha buena voluntad que pongamos de nuestra parte. De que «el psicoanálisis afirma ser una “ciencia antes de Popper”» y que «el “psicoanálisis según Popper” es irrefutable» no se sigue que el psicoanálisis sea una «pseudociencia según Popper». Para que el psicoanálisis fuese una «pseudociencia según Popper» sería necesario haber demostrado que el psicoanálisis pretende ser una «ciencia después de Popper» y además que el psicoanálisis es irrefutable; pero, como no se ha demostrado ninguna de las dos cosas, la argumentación popperiana no se sostiene y debe ser denunciada como incorrecta e inconcluyente. La afirmación «de sentido común» resulta, entonces, ser falsa, además de inexacta e incompleta: porque lo que se afirma que Popper afirma no puede deducirse de los argumentos popperianos, y porque no se reproduce con la mínima fidelidad exigible lo que Popper realmente afirma.
Sea $T$ una teoría. Escribamos $R(T)$ para significar que $T$ es refutable, $PC(T)$ para significar que $T$ es una pseudociencia, $PR(T)$ para significar que $T$ pretende ser una ciencia, y $\Psi$ para denotar la teoría psicoanalítica (de Freud).
Nuestro punto de partida es:
El sentido común afirma: «Popper demuestra, en $CR$, que $PC(\Psi)$ porque $\lnot R(\Psi)$».
Nuestra observación 1 nos obliga a discriminar entre $PC_{\textrm{Vulgata}}$, la «pseudociencia según la vulgata», y $PC_{\textrm{Popper}}$, la «pseudociencia según Popper». La afirmación «de sentido común» debe corregirse y substituirse por la siguiente:
El sentido común afirma: «Popper demuestra, en $CR$, que $PC_{\textrm{Popper}}(\Psi)$ porque $\lnot R(\Psi)$».
Un examen más atento del texto de Popper (observación 2) nos permite realizar una corrección ulterior a la afirmación «de sentido común»:
Popper demuestra, en $CR$, que $PC_{\textrm{Popper}}(\Psi)$ porque $\lnot R(\Psi)$ y además $PR(\Psi)$.
La observación 3 nos permite discriminar entre $\Psi$, el psicoanálisis freudiano, y $\Psi_{\textrm{Popper}}$, el «psicoanálisis según Popper». La afirmación popperiana deviene así:
Popper demuestra, en $CR$, que $PC_{\textrm{Popper}}(\Psi)$ porque $\lnot R(\Psi_{\textrm{Popper}})$ y además $PR(\Psi)$.
Por último, la observación 4 muestra que debemos discriminar entre $PR_{\textrm{Popper}^-}$, «pretender ser una ciencia antes de Popper» y $PR_{\textrm{Popper}^+}$, «pretender ser una ciencia después de Popper»:
Popper demuestra, en $CR$, que $PC_{\textrm{Popper}}(\Psi)$ porque $\lnot R(\Psi_{\textrm{Popper}})$ y además $PR_{\textrm{Popper}^-}(\Psi)$.
Ahora bien, la definición popperiana de pseudociencia es la siguiente:
\[ PC_{\textrm{Popper}}(T) =_{\textrm{Def}} PR_{\textrm{Popper}^+}(T) \land \lnot R(T). \]De este modo, Popper cree haber demostrado que
\[ PC_{\textrm{Popper}}(\Psi) =_{\textrm{Def}} PR_{\textrm{Popper}^+}(\Psi) \land \lnot R(\Psi), \]pero lo que realmente ha demostrado es que
\[ PR_{\textrm{Popper}^-}(\Psi) \land \lnot R(\Psi_{\textrm{Popper}}), \]lo que no le permite inferir, bajo ninguna circunstancia, lo que se quiere demostrar.