El EPBCN impulsa una formación continua e integral.
Especifiquemos: no se trata simplemente, al hablar de formación, de una asistencia regular o discontinua a un seminario o curso temático. Aquí cabría una precisión. Ello sería el acceso a una información acerca de una disciplina particular. Asunto muy importante, pero insuficiente para ser llamado formación. Es más. A menudo es posible que la in-formación —como lo da a entender su prefijo— se convierta en falta de formación, que sea inadecuada para lo que ella exige.
Las tres nociones que sustentamos, a manera de requisitos, para acreditar que se ha realizado un proceso formativo en el EPBCN, son:
Obviamente, dicha secuencia no agota el surgimiento de otras acordes con el mismo proceso institucional, como la implementación de un curso paralelo, taller, grupo de investigación o seminario auxiliar.
De este modo la formación, tal como la concebimos en el EPBCN, se orienta hacia la forma de la acción que lleva adelante el formando, el cual va dejando atrás el mero nombre de alumno. Éste tiene como mira un aprendizaje concreto sobre una temática o disciplina específica. En cambio, el formando, además de estos tópicos, tiene como finalidad su autoformación.
Así, se considera, en segundo término, que dicha transformación le da, al proceso formativo, un carácter de continuidad. Una de las claves centrales para que tal proceso sea valorado como tal.
Evidentemente, las instancias señaladas establecen condiciones necesarias pero no suficientes para el ejercicio profesional, que en el EPBCN es, ante todo, un capítulo central, aunque incompleto, del ejercicio de vida que entraña la idea de formando que recorre el proyecto del EPBCN en su conjunto.
En síntesis, la formación, en el EPBCN, sigue pautas bien definidas y claramente articuladas a nivel institucional. Ellas no permiten confundirlas con ningún tipo de improvisación que abuse del término “formación”.